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El problema del concepto de fidelidad en traducción : ¿traducción literal o traducción libre?

A menudo, se oye decir «traducir es traicionar» o «la traducción es una anexión», como decía Víctor Hugo. El traductor tiene que ser fiel al texto original. De hecho, veremos que este interminable debate se ha producido durante siglos y forma parte de la Historia. Durante siglos, estas teorías controvertidas han tenido a su vez sus partidarios y detractores. Estar abierto a estas corrientes teóricas significa también comprender la historia de las ideas. Se trata ante todo de entablar una reflexión sobre el acto de traducir. ¿En definitiva, el concepto de fidelidad en traducción depende del tipo de texto, del mensaje a transmitir o más bien del lector? ¿O se trata, por el contrario, de que el traductor descifre constantemente la intención del autor y sea fiel a ella?

Traducir la palabra correcta

Como bien recuerda Michaël Oustinoff, en su libro «La traduction», este debate nos lleva a la Antigüedad «a la traducción de los textos bíblicos y a la traducción de los textos griegos por los romanos». En efecto, se consideraba que, en el caso de los textos bíblicos, era necesario traducir « palabra por palabra ». Se tiene que traducir « al pie de la letra » sin alterar el «verbo divino». A diferencia de los textos profanos, la búsqueda de una cierta fidelidad al texto original es esencial. En aquella época, es fundamental ser fiel al texto original para no distorsionar los textos sagrados en aras de una verdadera autenticidad.

Sin embargo, la famosa advertencia del orador romano Cicerón de no traducir « verbum pro verbo » (palabra por palabra), sino de traducir ideas (al atender más bien el significado), invita rápidamente a una forma de crítica al concepto de fidelidad y de literalidad.

Cicerón también anuncia a San Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín (Vulgata). San Jerónimo también evocará dicha recomendación: « non verbum e verbo, sed sensum exprimere de sensu ». No he traducido palabra por palabra, sino frase por frase. Finalmente, aunque no defiende la traducción palabra por palabra, el concepto de fidelidad sigue siendo la norma para las Sagradas Escrituras.

Más allá de la dimensión religiosa y de los textos litúrgicos, cabe recordar que la traducción tiene una « función comunicativa ». Principalmente, se traduce la lengua dominante en aquella época para que sea accesible para el pueblo. Tiene que ser comprendida por el mayor número de personas. La traducción garantiza la supervivencia de la lengua, de los textos, para evitar que caigan en el olvido. La traducción sigue siendo un poderoso medio de comunicación y un puente entre culturas. ¿Es la traducción un puente entre mundos? Sin duda alguna. Si necesitas más información sobre este tema, puedes consultar otro artículo interesante aquí.

Este debate sobre el acto de traducir atormentará a numerosos traductores hasta la época del Renacimiento. Prueba de ello es el debate que agitó el teólogo y reformador alemán Martín Lutero con su traducción de la Biblia al alemán. Para él, « es la lengua de llegada la que debe guiar el trabajo del traductor, no la lengua de partida. Su objetivo es crear un equilibrio entre ambas ».

Recordamos también que Etienne Dolet, el primer teórico de la traducción y humanista francés, fue quemado en la hoguera por herejía por su mala traducción de Platón. No obstante, le debemos la introducción de los términos «traducción» y «traductor».

Un cambio decisivo se produjo a partir de los siglos XVII y XVIII. El acto de traducir iba a sufrir transformaciones. Se permitían una cierta libertad e «infidelidad» respecto al texto original. En efecto, ya no se trataba de imitar, sino de adaptar y clarificar. Por ello, en nombre de una traducción elegante y del decoro de la época, el traductor tenía que apartarse de la obra original.

Eran las « Belles infidèles », traducciones que se llamaban así para describir su infidelidad al texto original. La traducción se convierte entonces en una adaptación libre del texto original. La estética prevalece sobre la precisión. En definitiva, un ejercicio de estilo que hoy se calificaría de adaptación más que de traducción.

En el siglo XIX, las dos teorías coexistían en la traducción. Para ser fiel al texto, se reconoce que se trata tanto de «traducir palabra por palabra» como de «dar sentido». El romanticismo alemán, con el filósofo Schleiermacher, evocó los caprichos de ambas nociones: «O bien el traductor deja al escritor lo más solo posible y hace que el lector vaya a su encuentro, o bien deja al lector lo más solo posible y hace que el escritor vaya a su encuentro. »

Cabe destacar que la noción de literalidad volverá a llamar la atención y hará un claro retorno con Leconte de Lisle. Al traducir la Ilíada de Homero, Leconte de Lisle inauguró un nuevo enfoque « palabra por palabra » en una preocupación por la reconstitución histórica: « Se trata ante todo de restituir, gracias a la más escrupulosa literalidad, las formas de pensar, sentir, hablar, actuar, vivir y cantar de los auténticos griegos de hace tres mil años». El concepto de « fidelidad » se encuentra también en las palabras de Chateaubriand, traductor del Paraíso Perdido de Milton: «Uno ha visto muchos textos infieles que no eran muy bellos. Uno puede llegar a descubrir que la fidelidad, incluso cuando carezca de belleza, tiene su precio

De hecho, el enfoque teórico de la traducción surge con el nacimiento de la traductología (la ciencia que estudia el proceso de traducción).La traducción se convirtió en objeto de investigación. A diferencia de los siglos anteriores, en los que prevalecía el enfoque literario, nos encontramos con un enfoque más científico de la traducción. También encontramos a los seguidores de las teorías lingüísticas de la traducción, pero también una reconciliación con el concepto de literalidad (Walter Benjamin): « La verdadera traducción es transparente sin ocultar el original. »

Hoy en día, cuando traduce, el traductor se enfrenta siempre a esta cuestión. ¿El traductor tiene que traducir literalmente o tomarse libertades con el texto original? ¿Cuál es la elección correcta para el traductor? ¿Es mejor hacer una traducción «literal» o una traducción «libre e idiomática» en la lengua meta? ¿Debemos ser fiel al texto original o adaptar el significado en la lengua de llegada?

En realidad, este enfoque también depende de la naturaleza del texto a traducir y de las lenguas implicadas. El traductor literario, el traductor jurídico o el traductor técnico no tienen el mismo objetivo de traducción. En la traducción técnica, el traductor que traduce un manual técnico tendrá la exigencia de la realidad técnica. En su traducción, tendrá que ser pragmático y centrarse en el mensaje transmitido para el usuario o lector final.

Así pues, el traductor podrá alejarse del texto original más fácilmente si necesita hacerlo. Buscará facilitar la tarea, las necesidades del usuario final, el público objetivo. Sin embargo, desde el punto de vista terminológico, sus conocimientos técnicos no permiten hacer aproximaciones. La investigación terminológica forma parte de la traducción técnica. El traductor técnico debe ser preciso y ajustarse a los usos técnicos. Su objetivo de traducción es más informativo y comunicativo que estético.

El traductor literario, en cambio, dará prioridad a la escritura, la estilística, la creatividad y la estética. Se preocupa por la intención del autor y también tiene en mente al lector de la novela. En cuanto al traductor jurídico tratará de encontrar la equivalencia funcional jurídica en la lengua de llegada. El traductor jurídico prestará atención a las especificidades culturales y jurídicas de la lengua de destino y a su aplicabilidad. Tendrá un sólido conocimiento de la fraseología jurídica y del derecho.

Del mismo modo, la variedad de los soportes de traducción en la realidad también influye en la forma de traducir. Algunos textos son más literales que otros y no tienen el mismo objetivo de traducción. Al igual que no se traduce de la misma manera de las lenguas latinas o de una lengua latina al japonés o al chino. Cada lengua tiene su propio sistema de pensamiento, su propia visión, y puede influir en el proceso de traducción. Algunos elementos serán traducibles tal cual a la lengua de llegada. Por el contrario, ciertos elementos serán intraducibles sin recurrir a equivalencias, perífrasis o metáforas.

En definitiva, el traductor, este « transeúnte entre dos mundos », « este trabajador anónimo », tiene la difícil tarea de enfrentarse a todos estos criterios.Tiene que evitar las trampas de la sobretraducción, las contratraducciones, las subtraducciones y las adaptaciones demasiado libres.

Finalmente, sea cual sea el proceso utilizado (calco, literalidad, transposición, adaptación, equivalencia, préstamo lingüístico), el traductor siempre seguirá enfrentándose a elecciones y renuncias. Por ello, no es de extrañar que haya varias traducciones de un mismo texto que aclaren el significado original de un texto. Sin embargo, el texto de partida sigue siendo la piedra angular del traductor. Es su referencia permanente que justifica las orientaciones tomadas y la estrategia de traducción adoptada.

En suma, independientemente de que el traductor sea fiel o no al texto de partida, siempre habrá una cuestión de coherencia en la traducción a efectos de armonización entre las lenguas de partida y de llegada.

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Stéphanie Soler

Fondatrice et gérante d'hispeo, diplômée en traduction commerciale de la Chambre de Commerce d'Espagne, a travaillé en Espagne et en France dans différents secteurs industriels. 15 ans d'expérience en traduction technique et transcription audio français-espagnol. Formée au community management, rédaction web et stratégie social media chez Esecad (Groupe Skill & You).